miércoles, 27 de abril de 2016


El Madrid dispara al aire

Un balón botando a pocos metros de la portería, un balón de playa, le cayó a Pepe como le pudo caer encima una vida trasteada por los malos hábitos. La miró con la mirada que Pepe reserva para las grandes ocasiones, aquellas en las que olvida el diván, mientras Hart salía a por ella como un Cristo resignado. Le pegó como se supone que debía pegarle Pepe, con el alma entera, la suya y parte de la de Sergio Ramos. Si le hubiese caído a Cristiano hubiera apuntado con el empeine hacia abajo, de tal forma que el balón pegase un bote o pasase sin papeleo entre las piernas de Hart. El remate de Pepe, que no fue un mal remate, se debió a que tuvo unas décimas de segundo para pensar. Esas décimas que distinguen a los delanteros, que las comprimen hasta obligarse a rematar por instinto, apuntando a lo primero que les sale del cuerpo.

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